Hace algunas horas, por la tarde, estaba dispuesto a ir por unos panecillos que pidió Janeth. Como de costumbre, para tomar una taza de café. Estábamos sentados en el jardín, cuándo unos gritos ensordecedores se escucharon en la calle, salí a toda prisa para ver que pasaba. A lo lejos escuche "los perros", entendí después de unos momentos que se habían salido los inches caninos, es que a veces estoy en otras cosas, profundas como la meditación.
Resulta que algunos días atrás, atropellaron al poncho -gran amigo por cierto- quien salió a todo lo que podía hacía la Monclova, donde perdió la vida. Pensando en ello, me imaginé por un momento a los dos canes con el cuerpo todo roto y decapitado. Janeth (quien espera un bebe), en ese momento me dijo al oído, "ya valieron madre", con lo que se disparó todavía más la masacre en mi mente.
Por cierto, cuando íbamos al rescate, el público no se inmuto en mover si quiera un dedo, te digo esto, porque la antedicha futura mamá, sin cuidado de su estado, me acompañó hasta donde dí captura a los condenados perrunos. Cuando los agarré, los tomé del pescuezo y les dí un buen jalón, para que sepan lo que es bueno, espero que mañana sigan viviendo, por lo pronto hoy no fueron atropellados.